Os presento mi último trabajo (clica sobre la imagen para verla a tamaño completo). Es una obra conceptual que pretende mostrar los problemas de la sociedad actual, centrándome en la manipulación de los medios de comunicación y en la necesidad de evadirse del mundo a través de una actitud hedonista. La botella de cerveza (marca Desperados), muestra la voluntad de autosatisfacción, de encontrar una motivación dentro de la rutina asfixiante y absurda del día a día. Las pegatinas han sido arrancadas y substituidas por unas marcas de color, con un acabado sucio, áspero. Esto representa la degradación de los valores a costa del placer, representado por la botella. Los trozos de papel de periódico constituyen una crítica a la actual sociedad de información, que nos satura de mensajes que nosotros tomamos sin poder evitarlos. De ahí que se contengan en la botella que nos vamos a beber, sin preocuparnos de los pobres valores que nos muestran los medios de comunicación de masas. Esto se acepta como otra de las diversiones imprescindibles de la sociedad actual. En el papel que sobresale aparece “Elogio de la blasfemia”. Es una forma de reforzar esa idea de la actitud hedonista actual, que pisa todo lo que encuentra a su paso con tal de consumar el placer individual. El fleco de papel hace que el conjunto tenga una forma parecida a los cóctel motolov, dando a entender que esa forma de vida nos puede llevar al desastre. Este texto fue encontrado por casualidad, y representa un homenaje a las obras Merz de Kurt Schwitters, que utilizaba elementos al azar.
La parrafada anterior seria una explicación lógica a mi trabajo si fuera cierta. Pero no. Todo lo anterior era un seguido de ocurrencias para dar significado a algo que no tiene. Un poco como hacen algunos historiadores del arte. Bravo por ellos, que han descifrado mensajes ocultos donde solo había una mancha de color. Así que en lugar de inventarme un sentido de todo esto, os explicaré un poco la historia real.
Era un viernes como otro cualquiera, en un bar como tantos. Pedí una Desperados (es lo único especial que tiene ese bar, que es de los pocos que la sirven) y como no puedo estarme con las manos quietas, le arranqué las pegatinas. Me sorprendió ver que el adhesivo hacia la forma del grafismo de la etiqueta. Se distinguían mas o menos las letras y los dibujos. Decidí llevármela para ver que podía sacar de ese efecto. Cuando el camarero la fue a retirar, le pedí que la dejara, intentando explicar porqué me la quería llevar. Rió y me dijo que no necesitaba explicaciones.
Al día siguiente cogí la botella para ver que podía hacer. Lo ideal hubiera sido hacerlo al llegar a casa, con el subidón de haber tenido la idea, y con alcohol en sangre, pero no era la mejor hora para hacer ruido. Con algo de guache negro y bermellón, empecé a dar capas con pincel y rodillo para luego hacer un lavado y ver que pasaba. El efecto no era tan bueno como pensé que sería, el adhesivo no retenía suficiente la pintura. Así que para que contrastara y destacara más, pensé que debería rellenarla de algo claro. En ese momento vi una pila de periódicos en el suelo. Rellené la botella de papel de diario mientras decidía qué mensaje poner en la boca de la botella. La solución no tardaría en llegar. Mientras iba haciendo pedazos El País del día anterior leí “Elogio de la blasfemia”. “Por qué no” pensé. Y ahí se quedó.
Como veis, no buscaba nada. Sólo experimentación, diversión, hacer algo que quedara suficientemente “chulo” como para poder poner la botella en mi estantería. Y ese es su significado. Sin más.
La parrafada anterior seria una explicación lógica a mi trabajo si fuera cierta. Pero no. Todo lo anterior era un seguido de ocurrencias para dar significado a algo que no tiene. Un poco como hacen algunos historiadores del arte. Bravo por ellos, que han descifrado mensajes ocultos donde solo había una mancha de color. Así que en lugar de inventarme un sentido de todo esto, os explicaré un poco la historia real.
Era un viernes como otro cualquiera, en un bar como tantos. Pedí una Desperados (es lo único especial que tiene ese bar, que es de los pocos que la sirven) y como no puedo estarme con las manos quietas, le arranqué las pegatinas. Me sorprendió ver que el adhesivo hacia la forma del grafismo de la etiqueta. Se distinguían mas o menos las letras y los dibujos. Decidí llevármela para ver que podía sacar de ese efecto. Cuando el camarero la fue a retirar, le pedí que la dejara, intentando explicar porqué me la quería llevar. Rió y me dijo que no necesitaba explicaciones.
Al día siguiente cogí la botella para ver que podía hacer. Lo ideal hubiera sido hacerlo al llegar a casa, con el subidón de haber tenido la idea, y con alcohol en sangre, pero no era la mejor hora para hacer ruido. Con algo de guache negro y bermellón, empecé a dar capas con pincel y rodillo para luego hacer un lavado y ver que pasaba. El efecto no era tan bueno como pensé que sería, el adhesivo no retenía suficiente la pintura. Así que para que contrastara y destacara más, pensé que debería rellenarla de algo claro. En ese momento vi una pila de periódicos en el suelo. Rellené la botella de papel de diario mientras decidía qué mensaje poner en la boca de la botella. La solución no tardaría en llegar. Mientras iba haciendo pedazos El País del día anterior leí “Elogio de la blasfemia”. “Por qué no” pensé. Y ahí se quedó.
Como veis, no buscaba nada. Sólo experimentación, diversión, hacer algo que quedara suficientemente “chulo” como para poder poner la botella en mi estantería. Y ese es su significado. Sin más.
Sean felices,
Ser Romero
Ser Romero