domingo, 11 de mayo de 2008

Intuiciones

Ayer parecía que no pararía de llover nunca. Fue como si alguien allá arriba hubiera cogido un cabreo monumental y quisiera ahogar nuestra tierra. Paradójicamente, a la inmensa mayoría de las personas nos gusta mirar a través de la ventana en los días de lluvia mientras nos sentimos resguardados de la furia de cielo. A pesar de que ahí fuera el mundo se parece tocar su fin, estamos en paz en el calor de nuestra habitación. El rugido lejano del agua calma las aguas de nuestra propia mente. Y así puede pasar placenteramente una tarde, debajo de una manta o escribiendo, dibujando, pintando e incluso tomando fotos del diluvio de que repica en la ventana.
¿Por qué? ¿Porque nos sentimos tan bien cuando el poder de la naturaleza debería asustarnos, por mucho que estemos resguardados bajo la luz cálida de una lámpara? ¿No debería asustarnos? Quizás es que la tensión entre la quietud de nuestro rincón y la hostilidad del exterior resulta placentera. Puede ser que la clave esté en la tensión. Disfrutamos de las cosas que se contraponen y chocan de frente.
¿Y qué tiene que ver esto con el diseño? Pues mucho, amigo mío. Porque el diseño nace de las intuiciones que tenemos sobre la relación del hombre con su universo. Todo aquel objeto que nos resulta placentero se apoya en algo tan sencillo y a la vez tan profundo como esto. Si tú también quieres ser designer, no lo olvides. Las grandes cosas no se crean con un simple pliego de condiciones técnicas. El verdadero diseño es el que nos relaciona con nuestro mundo de forma tan perfecta que resulta natural. Así que antes de crear, hay que experimentar… hay que experimentar…

Sean felices,

Ser Romero

lunes, 5 de mayo de 2008

En son de paz

Hoy me he dado cuenta de rápido que camino. Mientras me desplazo del punto A al punto B mi corazón debe ir a unas 80 pulsaciones por minuto. Voy al límite de lo aeróbico, aunque no llegue tarde a ninguna parte. Este mediodía de repente, he parado el ritmo. Tuve esa sensación de quietud que notas después del estruendo de un tren pasando, o algo parecido. Como si una ráfaga de viento se hubiera parado en seco.
Dejé mi mp3 para sentir el murmullo de la ciudad de fondo. Hacía sol, mucho sol. La primavera había llegado semanas antes sin apenas hacer ruido. Me dolían los ojos. No había reparado en ello, pero me dolía des de hace mucho. Y se reflejaba en mi mirada, siempre fija, con el ceño siempre fruncido. Trate de abrir los ojos más que de costumbre. Me costaba. Había pasado media vida con la mirada concentrada en un punto con la fría precisión de un rayo láser. Ahora me sentía más despierto, y creía que los demás me veían más amable.
Por un momento he pensado en ti, y en ti, y en que os daría un abrazo al veros, se me iluminaría la cara como un bobo, y os encogeríais de hombros sin saber a qué venía eso. Hoy tenía la necesidad de reconciliarme con el mundo. Sentir las pequeñas cosas. Sonreir sinceramente, no cómo de Lunes a Viernes. Meterme contigo un rato. Y sobre todo, dejar de defenderme de algo que no sé muy bien que es. Porque no hay mayor indefenso que el que se defiende, que el que se cree atacado. Hoy no quiero remover tu mundo, cómo quise hacerlo otros días, sino encajar en él. Se me fueron las ganas de provocarte. Llevo mucho tiempo poniendo toda mi gracia en destruir el mundo. Es mejor ser constructivo. Así somos más los que nos divertimos.

Sean felices,

Ser Romero