domingo, 24 de febrero de 2008

Inventos

En algún lugar leí que “la inspiración está en todas partes. Si no la encuentras, solo has de mirar de nuevo”. No deja de ser una afirmación un tanto típica y simplista, de esas que quedan bien en un nick o como sentencia en alguna conversación. De todos modos, es muy cierta. Para ejemplificar el sentido de la frase que apuntaba al principio, empezare hablando de algo que nos contaron el otro día en clase.
Resulta que el Post-It, como muchos otros inventos, apareció de casualidad. Allá por finales de los 60, un tal Steven Spencer, investigador de la compañia de adhesivos 3M, estava buscando el adhesivo más potente que iba a conocer la humanidad. Fracasó en su intento. En lugar de lo que pretendia, obtuvo un pegamento que se mantenía pero que podía despegarse sin ningun esfuerzo. El experimento quedó archivado en el cajon de los desastres. No fue hasta mediados de los setenta que se recuperó la formula. Art Fry, que buscaba una forma de marcar diferentes apartados de su libro de salmos, utilizó el pegamento para pegar papelitos en el libro. Hizo la prueba y comprobó que podía pegarlos y retirarlos sin que las páginas quedaran marcadas. Habia descubierto una forma barata y limpia de pegar notas en cualquier superficie imaginable y que éstas no acabaran pringadas de cola. Y además, servia para gastar bromas en la empresa. Oh, de repente Art Fry se iba a convertir en la persona más odiada de la empresa. No sólo por forrarse con su invento, sino por sus bromitas. No fue fácil convencer a 3M para que lo comercializara, pero finalmente en 1980 empezaron a venderse por Estados Unidos y un año más tarde en Europa. Había sido un bombazo para la marca. Hoy las oficinas no pueden vivir sin Post-It. Como vemos, la visión de una sola persona convirtió lo que se considerava algo inútil en un gran producto. Las buenas ideas estas en cualquier lugar y en cada uno de nosotros.
Incluso se le pueden ocurrir a un niño. Imaginaos un chaval normal y corriente de nueve años. A esa edad, el chico en cuestión descubre que el futbol ni se le da bien ni le diverte y aun le queda un poco para empezar a fijarse en las chicas. Así pues, dedica su tiempo a devorar revistas de coches. En un artículo sobre crash-test (esas pruebas en la que estrellan coches y comprueban lo seguro que son), ve claramente (¡Hasta un niño de nueve años podía notarlo!) que una de las zonas más dañadas en los choques frontales eran las rodillas por el impacto contra el salpicadero. Si ya existian airbags para proteger el pecho y la cara del impacto contra el volante, ¿Por qué no para proteger las rodillas? Lógico. Lógico incluso para un niño de nueve años aburrido en una interminable tarde de verano. Evidentemente, solo se le podía ocurrir como concepto, sin pensar en los detalles ni en los problemas técnicos que implica (¡Solo es un niño!). Pocos años despues, se desarrolla lo que se llama el “Kneebag” (algo asi como, “bolsa para las rodillas”). En algun otro lugar del mundo, alguien tiene la misma idea y la aplica con éxito. Os confesaré algo. Ese niño fui yo.
Moraleja: el mundo está plagado de pequeñas grandes ideas sin explotar, aunque parezca que ya esta todo inventado (otra frase, como la primera del post, muy manida, pero que queda muy bien). Pueden aparecer de cualquier lugar y de cualquier hecho. Un error, una mala experiencia, una sensación agradable, una tarde de aburrimiento… todo puede ser fuente de inspiración. Cualquiera puede hacerlo. Incluso un niño. Así que no dejeís de preguntaros, de cuestionar, de mirar, y de miraros, que nunca se sabe…

Sean Felices,

Ser Romero


2 comentarios:

LerKreL dijo...

Cuanta razon, hoy in ir mas lejos se me ha ocurrido una manera de añadirle un extra al canvio de marchas de la moto para ke no haga falta apretar el embrague nada mas ke para frenar y poner punto muerto :P

El Chico dijo...

Yo pensé en unas laminas que se colocan cercando las patas de los sofás para que cuando se te caiga algo no vaya a parar debajo. XD con lo que jode tener que meter la mano entre la pelusilla.